Magia
Casi todos los pueblos y culturas de Êrhis consideran que la realidad va más allá de cuanto pueden percibir los sentidos. A lo largo de los siglos, desde las costas de Ennerhad hasta las llanuras de Tūrada, muchos han sido los que han afirmado que existe una fuerza profunda que anima el mundo, un poder cuyas vibraciones algunos pueden sentir y muy pocos pueden comprender.
La forma en que ha sido interpretado este aspecto de la realidad ha variado de un lugar a otro de Êrhis. Tal es su inmensidad que su entendimiento ha venido tanto de credos religiosos como de caminos de iluminación y aun de lo que otros consideran ciencia. Mitos, leyendas y tradiciones testimonian y fundamentan la conciencia que los distintos pueblos han tenido de esta certeza. Cada uno de ellos constituye una manera de ver y entender el mundo, perspectivas únicas de una realidad tan vasta y profunda que algunos estiman inalcanzable.
En Tihughan, por ejemplo, el mundo es considerado como una realidad mutable y pasajera, mera apariencia en constante transformación en la que las cosas carecen de verdadera entidad por sí mismas. Todo cuanto existe es manifestación y forma parte de una fuerza profunda y divina con cuya existencia pueden conectar directamente algunas personas señaladas.
En otras tierras como Ennerhad, Hinnerdheim o incluso Migskärk, el mundo es visto como la creación de una divinidad lejana e insondable. Entienden estos pueblos que entre aquella y lo que los ojos ven existe una infinitud de mundos y órdenes poblados por seres poseedores de poder y sabiduría cuyas intenciones no son siempre favorables. Solo unos pocos escogidos pueden contactar con estas realidades e interceder por sus iguales, los thingraed ennerhadienses y hinnerdenses y los skrope migskärkianos, los únicos a quienes se transmite una sabiduría y tradición heredada generación tras generación desde tiempos ancestrales.
Por su parte, en tierras como Ilaàn o Tūrada lo que algunos consideran magia queda dentro del campo de la religión. Para estos pueblos, los dioses, creadores del mundo, siguen interviniendo e intercediendo en él a través de aquellos a quienes señalan como agentes de su poder y que, de este modo, asumen el papel de escuchar su voluntad e interceder por los hombres.
Mención aparte merece el lugar donde la magia llegó a ser ciencia y método: Naushie. Los sabios del Imperio Esmeralda heredaron y desarrollaron una tradición que atribuyeron a sus míticos antecesores, los Ancestrales, y que ellos ampliaron a lo largo de los siglos. Así, su inteligencia y ambición hicieron de la tradición una auténtica ciencia para entender y explicar el mundo en sus infinitas dimensiones. Late en esta visión la convicción de que todo existe de manera armónica de acuerdo a un orden fruto de la voluntad y la inteligencia divinas, un cosmos que contiene en diverso grado su origen y que posee el fin de regresar a él.
En torno a esta visión del mundo los naushitas desarrollaron un método basado en la inteligencia del hombre para desentrañar la estructura profunda del mundo y sus principios y acceder al poder que contiene todo lo que existe. Con estas bases, el conocimiento de este método permite a cualquier persona manipular las fuerzas suprasensibles de la realidad, emancipando a los hombres de la voluntad divina y de la tradición de lo que los naushitas denominaron «magos naturales», aquellos capacitados por destino desde su nacimiento para participar de tal poder.
Si bien el método naushita reportó grandes logros y esplendor durante la época clásica del imperio, en su final y caída se erigió en una de las grandes amenazas que podía legar Naushie. Con objeto de custodiar sus secretos para proteger así al resto de Êrhis, tras el fin del Imperio Esmeralda se instauró el Pacto de las Ocho Torres, una institución encaminada a estudiar, administrar y transmitir el método naushita.