Guerra y Paz, un clásico universal

Puede llamar la atención que en un blog de literatura fantástica, de mano de un autor de literatura fantástica, se incluya una reseña de Guerra y Paz, pero las grandes obras deberían encontrar siempre hueco en cualquier lugar independientemente de géneros, etiquetas y consideraciones. Hablo de Guerra y Paz en un blog de literatura fantástica porque es todo lo que un gran libro debería ser y posee todas las virtudes que una gran historia habría de tener, y porque en unos tiempos en los que el género fantástico busca tramas ambiciosas con multitud de araimientos y personajes en un vasto escenario, puede constituir sin duda un referente.

Pero, ¿qué puedo decir yo sobre Guerra y Paz? Muchos la consideran, junto con Anna Karénina, la obra maestra de León Tolstói, un auténtico hito en la historia de la literatura rusa y universal. Con semejantes credenciales cualquier aspirante a crítico no puede sino sentirse pequeño, y como poco puedo aportar yo a todo lo que se haya podido decir hasta hoy, me limitaré a comentar mis impresiones y argumentar por qué considero justas tan altas valoraciones.

Voyná i mir nos narra los turbulentos comienzos del siglo XIX en Rusia a través de toda una constelación de personajes pertenecientes a cuatro grandes familias aristocráticas: Bolkonski, Rostov, Bezújov y Kuraguin. Un tiempo en el que el genio militar de Napoleón Bonaparte y la expansión de los ideales revolucionarios franceses a través de la diplomacia y la guerra llenan de inquietud las cortes europeas y amenazan con quebrar todo el antiguo equilibrio político continental. Desde los salones aristocráticos hasta el fango de los campos de batalla, pasando por bailes, fiestas y tertulias, Tolstói compone un rico cuadro que representa la incertidumbre y el cambio que aquella época supuso para Rusia. Sin embargo, ello no es más que el tapiz en el que se mueven los personajes, pues de otro modo estaríamos ante un escenario frío del que inevitablemente nos sentiríamos ajenos; a través del príncipe Andréi, Pierre, Nastasha o Nikolai, protagonistas de una vibrante y emocionante historia, entramos y vivimos un mundo en plena transformación.

Quizás una de las mayores virtudes de la novela sean sus personajes, aunque en ocasiones pienso que llamarlos «personajes» ya es degradarlos un poco. Pertenecen en su mayoría a un tipo de sociedad con la que ninguno tenemos nada en común, y sin embargo son tan absolutamente reales y humanos que en cada uno de ellos encontramos algo con lo que identificarnos, y constantemente surge en la cabeza la idea «yo conozco a alguien así». Son personas, digo esta vez, que no podrían permanecer inmutables ante todo lo que sucede ante ellas, y es su desarrollo tan humano y comprensible que podemos ver en sus palabras y acciones los pensamientos que no se nos dicen y los golpes que les hemos visto recibir. La profundidad psicológica en literatura es algo muy reclamado y valorado hoy día, más esquivo cuanto más se persigue y más artificioso cuanto más se consigue; por ello sorprende y admira cuando, con toda su riqueza, sencillamente aparece.

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Margarita Tuchkova, de Polina Mineyeva

Con estos ingredientes Guerra y Paz habría sido un grandísimo drama romántico o una grandísima novela histórica, sin embargo alcanza cotas aun mayores, porque a través de las vicisitudes de una serie de personajes durante las Guerras Napoleónicas se nos cuenta mucho más. Se trata de la historia de personas que esperan, se ilusionan y temen, que se ven atrapadas por el amor y el destino, que sufren ante la adversidad y que ante los golpes y las pérdidas miran a su alrededor y se preguntan qué sentido tiene. A través de sus páginas, cobran vida las ideas, preocupaciones y sentimientos más naturales del ser humano, los más profundos, los que están con nosotros desde que el mundo es mundo y que seguirán con nosotros por mucha más tecnología e información que hayamos acumulado desde 1812. Quizás sea eso lo que hace de Guerra y Paz un clásico, una historia que emociona hoy igual que hace cInés años, del mismo modo que lo hará dentro de doscientos, y en el que encontraremos siempre palabras que nos inviten a la reflexión:

Pero para mí ahora mientras muero, no hay nada seguro excepto la insignificancia de todo lo que conozco y la grandeza de algo que me es desconocido, desconocido pero importante.

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