Tengo que reconocer que me resulta muy difícil hacer una reseña de American Gods, seguramente la novela más reconocida de Neil Gaiman. En primer lugar porque se trata de una historia compleja, no tanto por su desarrollo como por su enfoque, y en segundo lugar porque a lo largo de sus páginas he encontrado ideas que me han entusiasmado junto con planteamientos que no me han convencido. Lo difícil para mí es valorar con justicia una novela hacia la que siento unas reticencias, soy consciente, producto del desacuerdo que pueda tener con las ideas desarrolladas por su autor. Digámoslo de otro modo: reconozco su valor y hasta me ha gustado, pero no me ha convencido. Por estas líneas salta a la vista que voy a hacer una reseña un poco particular de un libro bastante particular en la que, aviso, desvelaré algún detalle de la trama y el planteamiento. Quería escribir un libro largo, raro y lleno de divagaciones; así lo escribí y así resultó, dijo el bueno de Neil Gaiman (1) sobre una obra que a mí me ha llevado, en esta ocasión, a escribir una reseña larga, rara y llena de divagaciones.
American Gods nos cuenta la historia de Sombra, un tipo grande y bastante serio al que un desconocido le ofrece trabajo nada más salir de la cárcel: tendrá que acompañarle en un extraño viaje a lo largo de Estados Unidos, ayudarle en una tarea de la que apenas sabe nada, e incluso defenderle de unos enemigos bastante desconcertantes. Es pues un largo trayecto en coche a través de carreteras secundarias, pueblos y moteles que en el fondo trata de ofrecernos una panorámica fantástica y hasta onírica de la cultura estadounidense y de las creencias que la conforman, o al menos de la visión que del asunto tiene Neil Gaiman.
El autor de Sandman recoge las historias y leyendas de diferentes tradiciones culturales que pudieron llegar a Estados Unidos junto con los inmigrantes y que de un modo u otro pudieron dar forma al particular tapiz folclórico de aquel país. Ifrits, pixies, leprechauns, y por supuesto, dioses, patean las calles de las grandes ciudades, buscan acomodo en moteles de carretera y se emborrachan en bares al calor de las melodías populares que saltan del tocadiscos; figuras anónimas heredadas por una cultura que no deja de crear y adorar a nuevos dioses. Su fortuna u olvido son producto, y por tanto representan, el espíritu americano, que se entrega y confía a figuras como el dinero o la tecnología, del mismo modo en que lo hicieron sus antepasados con Odín, Anansi o los pixies.
Este panorama de historias, creencias y mitos es el verdadero paisaje que recorre Sombra en un viaje cuyo planteamiento me ha generado ciertas reticencias. Entiendo que lo que se pretende en American Gods es crear una suerte leyenda o cuento actual en el que todo lo fantástico es real y está presente; sin embargo algo tiene o no tiene para que lo encuentre fallido. Me cuesta dar forma a la razón por la que no me ha convencido cuando la idea y el concepto de partida me entusiasman. Todo me ha resultado demasiado obvio, no en cuanto a la trama, sino en la forma en la que el sentido último de la historia aparece ante el lector. Si los cuentos y leyendas tradicionales tienen una vida propia que nos atrapa y en la que creemos cuando los leemos o escuchamos es en parte porque construyen un mundo en el que tienen sentido las figuras que las protagonizan; figuras en las que resuenan, de un modo u otro, la realidad. Creo que si American Gods se hubiera entregado sin reservas al profundo sentido y poder de lo mítico habría logrado que sus personajes y su intención última tuvieran la fuerza para construir un mundo pleno y expresivo. Es como los personajes creados por ordenador hace veinte años: quieres creer que están en la escena, pero salta a la vista que son otra cosa y ya no puedes ver lo que en teoría son.
Dicha opinión se debe a la concepción sobre lo mítico y lo divino que Neil Gaiman desarrolla a lo largo de las páginas de la novela o, más bien, a las reservas que yo pueda tener al respecto. Entroncando con planteamientos de Sandman, los dioses y figuras fantásticas de American Gods existen porque hay personas que creen en ellos, son resultado de la fe (de la mente, más bien). Es decir, se trata de una cuestión psicológica. Reconozco que soy muy puntilloso, pero tomando esta idea, que es básica para el relato, en el fondo se puede entender que aquellas figuras no son reales. Esto puede ser bastante problemático cuando pretendes ofrecer una visión del espíritu americano desde lo simbólico y metafórico recurriendo a seres procedentes de mitologías y religiones diversas: si consideras que el mito y el símbolo son realidades vacías puramente subjetivas probablemente tu relato mitológico quizás no pase de ser otra cosa bien distinta y tu mensaje último quizás no llegue a aparecer.
Reconozco que me impresionan e incluso me intimidan los buenos títulos, y American Gods lo es. Reconozco que me despertó grandes expectativas, o que al menos me dio pie a imaginar un tipo de historia y unas aspiraciones que de alguna manera me parecieron ambiciosas y muy interesantes. Quería escribir sobre los mitos. Quería escribir sobre Norteamérica como un lugar mítico (2). Quizás mi opinión y mis reticencias no tengan que ver tanto con lo que el libro es o no sino con lo que yo esperaba que fuera. Seguramente yo imaginaba un relato en el que las intenciones del autor y todas esas figuras e historias de las que se sirve aparecieran de otro modo, evocando su antiguo sentido en un marco completamente actual y real, estirando con más delicadeza los límites de lo verosímil. Sin embargo, en ocasiones los mitos y leyendas me han parecido vacíos y descontextualizados, como si los dioses y criaturas fantásticas no fueran más que nombres y el folclore un repertorio de figuras para componer un cuadro.
Por otro lado, también se me ocurre que todo ello haya sido un acierto por parte del autor, porque quizás en un sentido mítico o folclórico esas puedan ser características americanas, la coexistencia de figuras y tradiciones que vinieron de otros sitios donde sí tuvieron sentido y que en Estados Unidos han pervivido componiendo un diorama vacío e inmóvil. Quizás desde este punto de vista sea más sencillo comprender, como así aparece en la historia, que frente a otras tradiciones la moderna cultura estadounidense se haya provisto de lugares como el Monte Rushmore, Rock City, o la Casa de la Roca como enclaves sagrados para sus miembros (siempre de acuerdo a la idea subjetiva y relativa de lo sagrado que aparece en American Gods y que quizás sea la única funcional para la realidad americana y el propósito del autor). Quizás sea más justo decir que no me ha decepcionado tanto la novela como el folclore estadounidense, en la medida en que este exista. Al fin y al cabo, como se repite varitas veces en el libro, Estados Unidos no es tierra para dioses.
En lo puramente literario, me ha parecido una novela pausada, en la que hay mucho movimiento pero pasan pocas cosas. En ocasiones resulta verdaderamente lenta, pero ello no me ha supuesto un problema, pues me ha parecido un ritmo que se adecuaba bien a lo que se pretendía contar, al tono de la historia y el carácter del protagonista, Sombra, un hombre completamente abúlico que no carece de encanto. También es cierto que entre carreteras, viajes y moteles uno no termina de ver hacia dónde se dirige el relato, pero creo que es un defecto que se convierte en virtud en la medida en que representa bien la sensación de vagar por la inmensidad de Estados Unidos sin un objetivo y motivación claras, que es lo que caracteriza a Sombra. Visto en perspectiva, quizás el mayor problema sea la ausencia de personas en la historia; si se presenta un recorrido por un paisaje compuesto por los dioses que Estados Unidos se ha dado y da para sí cuyo sentido es la creencia o confianza de los estadounidenses, he echado de menos personas devotas de sus dioses, cualesquiera que sean estos. En otras palabras: hay muchos dioses y pocos fieles.
Para terminar con esta larga y poco clara reseña, reflejo de algún modo de lo que el libro es, solo me queda recomendar la lectura de American Gods, porque no es un libro perfecto (ni pretende serlo) y quizás tiene una profundidad muy esquiva, pero es enormemente sugerente. Quizás yo no he sintonizado o entendido algunas de las cuestiones que se desarrollan en sus páginas, pero, como habéis comprobado, me ha impactado y me ha dado mucho que pensar. Esto, hoy en día, me parece que hace de él un libro de gran valor que, sin ser plenamente fantástico, recorre el camino de los cuentos y las leyendas para hablar de cosas que son muy reales.
(1) N. GAIMAN, «Introducción a la Edición X Aniversario», American Gods. Edición especial con las notas manuscritas del autor, Roca Editorial de Libros, Barcelona, 2015.
(2) N. GAIMAN, «¿Cómo te atreves?», American Gods. Edición especial con las notas manuscritas del autor, Roca Editorial de Libros, Barcelona, 2015. Artículo también disponible en www.neilgaiman.com
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