El Pacto de las Ocho Torres

A lo largo y ancho de Êrhis muchos son los que pretenden saber sobre los magos y sus escuelas, sobre los saberes que custodian y los fines que persiguen. Sin embargo, muy pocos son en realidad los que llegan a tener algún conocimiento de lo que sucede más allá de los muros de las torres del Pacto y los rumores y creencias tras los que se ocultan los practicantes de la ciencia arcana.

Quien más quien menos ha escuchado historias de las escuelas perdidas en las que los magos aprenden el arte legado por el Imperio de Naushie, de cómo fueron fundadas para proteger sus peligrosos saberes de los avatares del tiempo y la ambición de príncipes y reyes. Pero si los hay que creen en el servicio del Pacto de las Torres y la nobleza de sus fines, la mayoría han aprendido a desconfiar de sabios y estudiosos que se hacen al camino para labrarse una fortuna con su saber.

Las ocho torres de la magia

Son llamadas comúnmente «torres» las escuelas que custodian, estudian y enseñan la antigua ciencia de los naushitas. Algunos consideran que tal nombre proviene del Neidzurai, la antigua escuela de magia del Imperio de Naushie, y su gran observatorio, otros, por el contrario, opinan que se las llama así por ser sólidas y robustas como fortalezas. Sea cual sea la razón, nadie duda de la importancia de estas escuelas y su capacidad para influir en el devenir de reinos y pueblos de acuerdo con intereses nunca demasiado claros.

A las ocho torres que conforman desde su origen el Pacto de las Torres se unió después, sin integrarse en la institución, la Thralle Dunnak, una escuela independiente surgida en Runn por iniciativa de los reyes de Herthnara. No obstante, la larga historia de la institución está jalonada de infructuosos intentos de constituir más centros de estudio de mano de magos cuya ilusión o ambición no cabían tras los muros de las torres. Tales experiencias pocas veces sobrevivieron al rápido e inflexible control de las autoridades del Pacto.

Salvo la Torre de Vântur en Khurammar, públicamente vinculada al reino de Kromtar, la mayoría de las torres se ubican en lugares desconocidos para los profanos como forma de preservar su independencia de cualquier credo o poder temporal. Esta diseminación en ocho centros voluntariamente alejados del mundo fue ideada por los fundadores del Pacto como medio para evitar una excesiva concentración de poder y garantizar la autonomía y libertad de las escuelas en el cumplimiento de su misión.

Todo ello no ha hecho sino perfilar estas escuelas como fragmentos de un pasado lejano, aparentemente ajenos y desligados de Êrhis y sus gentes. Durante miles de años el Pacto se ha dedicado a su labor de manera constante y silenciosa sin que sus fines o intenciones sean conocidos o entendidos por la mayoría, lo que ha alimentado en muchos el convencimiento de que no es más que una institución al servicio del interés de sus integrantes.

Si bien el Pacto de las Ocho Torres pretendía custodiar la tradición mágica naushita al margen de reinos, razas y pueblos, la Torre de Vântur no solo no estaba oculta a los ojos de los hombres sino que además se había encontrado siempre especialmente unida al devenir de Kromtar.

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La tradición de los naushitas

El Pacto de las Ocho Torres y cada una de las escuelas que lo componen son, en cierto modo, lo último que resta del Imperio de Naushie y su escuela de magia, el Neidzurai. Sin embargo, si las torres se han erigido en herederas y continuadoras de Naushie ha sido, principalmente, por el saber que custodian y enseñan: la ciencia naushita.

Tras los muros de las torres, los sabios del Pacto estudian y enseñan un modo de ver y entender el mundo, una cosmovisión en la que la magia no es más que una pequeña parte. Haciendo gala de una extraordinaria confianza en la capacidad racional humana para adentrarse en la comprensión de la estructura profunda del mundo, Naushie construyó una ciencia que contribuyó a hacer del Imperio la fuerza dominadora durante las Eras de la Magia.

A ojos de otras tradiciones, la naushita fue una vía de soberbia y herejía que arrojó luz sobre misterios que los hombres solo alcanzaban por concesión divina. Así, dejando a un lado preceptos religiosos y designios divinos, los magos del Pacto siguen el camino abierto por los sabios naushitas, proponiendo, desde la razón, una visión global y coherente de la realidad que formula explicaciones sobre los fenómenos del mundo, desde las manifestaciones particulares hasta los primeros principios. Esta particular cosmovisión puso al alcance de la voluntad y el entendimiento humanos los fundamentos del poder mágico, arrebatando al destino y los dioses la concesión de su comprensión y manejo.

Los mismos naushitas fueron conscientes de que una ciencia tan poderosa no pudo tener su origen en la mente humana, y su acervo recuerda su herencia como un acontecimiento clave y distintivo. Así, algunos ciclos y narraciones hablan de los Ancestrales, de su huida a través del mar, de cómo legaron su saber y con él una ciencia otorgada por los cielos. Si los naushitas se vieron siempre como los continuadores de aquel pueblo olvidado, tal idea se concretó en la herencia de su ciencia.

Del mismo modo, los enemigos de Naushie entendieron que tan particular modo de entender el mundo fue lo que hizo de Naushie todo cuanto llegó a ser. De este modo la ciencia naushita se convirtió en objeto de asombro, temor y odio.

—Lo que tienes entre las manos —dijo inclinándose sobre la mesa—, es «La caída de Dzura», escrito por Inelmaer dzan Tsâranar pocos años antes del fin de Naushie. Quizás te suene su nombre, ella fue importante en los primeros tiempos tras la conquista de Tagskerk… —el gesto de su sobrina demostró que lo desconocía—. La cuestión es que en aquella epoca se escribieron numerosas obras sobre ese mismo tema. Puede que simplemente gustase, pero además «dzura» en naushita significa «la ciencia», la ciencia más elevada, para ser más exactos. Pues bien, la historia habla sobre la terrible caída de una ciudad así llamada en la que moraban los Ancestrales.

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El hundimiento de Naushie

Si en su fundamento el Pacto de las Ocho Torres tiene su origen en la tradición naushita, su nacimiento como institución es fruto del hundimiento del Imperio y la voluntad de sus conquistadores.

Para entonces los naushitas habían profundizado y enriquecido la ciencia recibida de los Ancestrales, alcanzando nuevas cotas de poder y superando con el paso de las generaciones todos los límites impuestos por la tradición. Se enriqueció el conocimiento de los ciclos estelares, se extendieron y precisaron las analogías y sus jerarquías, se recuperó y se profundizó en el entendimiento y manejo de los arquetipos… Al final de las Eras de la Magia la ambición y determinación naushitas habían hecho de su ciencia un sistema perfeccionado y explotado al máximo en beneficio del Imperio y sus gobernantes. Por este camino las viejas tradiciones vinculadas a la memoria de los Ancestrales se fueron perdiendo y, alimentado por la soberbia, cobró forma el convencimiento de que Naushie no podía ser sino la obra de hombres convertidos en dioses merced a su entendimiento de las realidades más elevadas.

Sin embargo, el destino de Naushie quedó finalmente sellado por la tiranía de Nezheris Bærentar y su gran aportación a la ciencia naushita: los Arcanos. Persiguiendo el viejo ideal de la Ascensión, el último gobernante del Imperio creyó hallar el camino para hacer de sí mismo una entidad divina. En plena confrontación por la salvación de Naushie, Nezheris dio forma a los Arcanos, puertas a los pilares de la realidad y otorgantes de un poder desconocido que ni él mismo llegó a controlar plenamente para emplearlo contra sus enemigos.

Sin embargo, todo el saber y el poder de los naushitas no pudieron salvarlos del avance de sus enemigos, que, liderados por los clanes kromtarianos de las montañas, lograron finalmente la capitulación de la ciudad e Imperio de Naushie. Quedó entonces en manos de los vencedores la sabiduría alcanzada por los naushitas a lo largo de interminables generaciones de ambiciosa investigación, con sus oportunidades y peligros.

Ante la constatación del poder alcanzado por los magos de Naushie y el peligro que podía suponer para el resto de pueblos y naciones, los hubo, como los herthnareses, que plantearon la destrucción y olvido de los saberes naushitas. Prevaleció sin embargo la posición liderada por Tagskerk, rey de Kromtar y conquistador de Naushie, quien, consciente del valor y los beneficios que el saber y las gentes naushitas aún podían proveer, abogó por preservar su ciencia y asentarla sobre nuevos fundamentos.

Con esta idea se constituyó una escuela a imagen del antiguo Neidzurai naushita, a cuyas funciones habría de sumarse la custodia de los poderosos Arcanos desarrollados por Nezheris Bærentar. Para facilitar su misión y evitar la concentración de excesivo poder en escasas manos, se establecieron ocho escuelas separadas entre sí, regidas por ocho Maestros Mayores seleccionados entre los naushitas vencidos que se adhirieron a la causa de Tagskerk. Se pretendió que la escuela así constituida velara por el buen uso de la ciencia de Naushie, supeditando su práctica y desarrollo al beneficio de los pueblos de Êrhis.

Aunque todos los vencedores admitieron el establecimiento del Pacto de las Ocho Torres como la mejor solución posible, no todos apoyaron la nueva institución, y si admitieron la presencia de alguno de sus centros en sus territorios fue más por poder mantener cierto control sobre la labor de sus integrantes que por impulsar su desarrollo. En el extremo opuesto, el reino de Kromtar se erigió en el gran defensor del Pacto y se garantizó una especial supervisión sobre la torre de Vântur, construida en la capital, Khurammar, sobre las ruinas de la vieja escuela naushita.

El sistema

La ciencia naushita parte de la certeza de que la realidad es la materialización de la fuerza eterna y trascendental que le dio origen. A modo de recuerdo o eco del momento creador, todo lo que existe contiene parte de esa fuerza originaria en la medida en que lo determina su esencia, siendo posible acceder a ella para estimularla y dirigirla de acuerdo con unos fines.

De los Ancestrales los naushitas recibieron el entendimiento de que en dicha fuerza primordial, siendo única, se pueden distinguir ocho facetas que se combinan e interrelacionan para dar forma a todo lo que existe. Así, desde el fenómeno más insignificante hasta las mayores estrellas que brillan en el cielo, todo contiene parte del pulso creador con una única disposición de esas ocho facetas o Potencias de acuerdo con su esencia. Esas Potencias son:

    • Vântur: ley, proporción, equilibrio, razón.
    • Udæntur: caos, alteración, azar, genio.
    • Dâshur: bien, luz, amor, concordia.
    • Zhumhur: miedo, tinieblas, odio, limitación.
    • Îrindur: vida, creación, movimiento, calor.
    • Vedur: muerte, frío, término, ruina.
    • Damæntur: tiempo, ciclo, prudencia, ocasión.
    • Âcorur: conflicto, ruptura, superación, violencia.

En consecuencia, la ciencia naushita entiende la realidad como un conjunto ordenado y armónico en el que todo está interrelacionado, desde el origen de la creación hasta las realidades particulares. El mago es aquel que entiende esta estructura y sabe servirse de los componentes de la realidad para despertar y dirigir esas fuerzas latentes por los caminos definidos por su mente.

Conscientes del poder presente en cada cosa que existe y de que las Potencias son en realidad su fundamento último, los sabios naushitas definieron y construyeron un complejo sistema de analogías que permitiera entender y definir toda particularidad en función de su relación con el pulso único creador. Así, la fuerza de Âcorur puede reconocerse en los truenos que quiebran los cielos o en el golpe del martillo en la forja, mientras que Îrindur está presente en la semilla que germina y en el amanecer que ilumina el horizonte. Desde los pensamientos o las palabras hasta las mismas divinidades, pasando por personas, animales o plantas, todo adquiere existencia por provenir de esa fuerza primordial en la que los naushitas distinguieron ocho aspectos.

He aquí una pequeña muestra de este sistema de analogías, necesario para comprender el mundo y operar la conjuración, referido a Âcorur:

Âcorur

Metales, piedras y minerales

Hierro, rubí, granate, ópalo harardiano.

Plantas

Ortiga, cardo, vigstera, ajo, mostaza.

Animales

Animales bravos y de temperamento agresivo como el tigre, el carnero o el oso rojo tūradano.

Personas y cargos

Soldados, capitanes y oficiales, personas responsables de decisiones que afectan a terceros, quienes viven de la guerra y lo que tiene que ver con ella.

Lugares

Montañas abruptas, grietas y desplomes; en general entornos en los que asoma la ruptura y la violencia que transforma súbitamente.

Sentimientos

Cólera, valentía, determinación, entusiasmo.

 

Por todo ello, los practicantes de la ciencia del Pacto parten de un conocimiento profundo del mundo que ha de ir acompañado de una constante labor de reflexión y una sensibilidad especialmente afinada para complementar los caminos abiertos por la razón. El mago debe saber qué fuerzas necesita para sus fines, dónde podrá hallarlas y cómo podrá canalizarlas de la manera más sencilla y segura, pues cada Potencia tiene una naturaleza que busca en todo momento manifestarse. El estudioso que no sea consciente de la magnitud de las fuerzas que manipula corre el riesgo de verse arrastrado por la corriente del pulso primordial en su búsqueda de retornar a la situación original de equilibrio.

El vasto y complejo saber que debe reunir un mago de la tradición del Pacto de las Torres ha hecho que muchos de sus practicantes se vean con especial orgullo e incluso miren con desprecio a hombres santos, sacerdotes y místicos de otras tradiciones. A su entender, es el método de las torres, el método naushita, el que dignifica y eleva al hombre, por permitirle desplegar su poder únicamente mediante su mente y su talento, emancipándolo de dioses y tradiciones. Es, a sus ojos, la única ciencia merecedora de tal nombre en Êrhis.

Movida por el instinto, su ágil mente recuperó de su memoria unas cuantas fórmulas bien aprendidas. Por desgracia no contaba con ningún foo para canalizar su conjuración, de modo que estaba obligado a improvisar. Sus ojos buscaron con rapidez y enseguida se posaron en las losas del pavimeno. Con su adiestrada sensibilidad halló a Vântur en los perfiles ortogonales y la fortaleza del mármol, y a Dâshur en su blancura. Dio forma a un hechizo con cuya recitación fue extrayendo los ecos de las Potencias, pero reservó en su mente la última orden que lo haría efectivo.

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